ENTREVISTA /ALAIN TOURAINE, SOCIOLOGO
Cambia AL; hay espacio para movimientos sociales

"SE PERDIO LA CONFIANZA EN LA ELITE DE LA ECONOMIA MUNDIAL" el periodo de la globalización terminó y estamos saliendo de un mundo dominado por estados unidos. en latinoamérica, los zapatistas de mexico, el partido del trabajo de brasil y "los desaparecidos en argentina" son los factores de la transformación, afirma.

 

 


Luis Bruschtein

Pagina 12

Buenos Aires. "El mundo perdió confianza en la elite de la economía mundial",
afirma el sociólogo francés Alain Touraine, director de Estudios de la
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. "Estamos saliendo de
esta visión objetivizante del mundo, en la cual no había espacio para el
movimiento social, la acción política ni la imaginación cultural", agregó
Touraine, quien participó aquí en las Jornadas sobre archivos de las
dictaduras latinoamericanas, que se efectuaron en La Plata los días 23 y 24
de octubre, organizadas por la Comisión Provincial de la Memoria. En
conversación con Página/12, Touraine identificó tres factores fundamentales
de cambio en América Latina: los zapatistas en México, el Partido de los
Trabajadores (PT) de Brasil y "los desaparecidos en Argentina".
-Los zapatistas en México son importantes, porque se trata de un movimiento
de defensa comunitaria que centró su discurso en la democracia. Es cierto que
el proyecto fracasó en principio, no por los zapatistas ni por el presidente
Fox. Siempre estuve convencido de la sinceridad de Fox, con quien hablé
varias veces. La responsabilidad del fracaso fue de los partidos. El mismo
día que los acuerdos de San Andrés debían ser ratificados por el Congreso,
almorcé en la embajada de Francia con el presidente del PAN, el partido de
Fox, y nunca escuché un ataque tan fuerte contra el Presidente mexicano.

-Otro fenómeno que usted destacaba en América Latina era el PT en Brasil.
-No es en sí el PT ni Lula lo que impresiona, es la complementariedad de un
movimiento basado en la voluntad de transformación social profunda, con la
democracia, con los límites de la institucionalidad e incluso con los
principios de la política económica internacional. Uno escucha con una oreja
lo que se dijo en Rio Grande do Sul, y con la otra lo que se dijo en Nueva
York o Davós. Es impresionante, porque la gente de Nueva York quería escuchar
lo que se decía en Rio Grande do Sul y no tenía la más mínima idea. Ya se ve,
aunque con elementos de debilidad, por lo menos una voluntad clara de dar un
contenido social, de apoyarse en movimientos sociales reales. Eso me parece
positivo. Todo puede fracasar, pero no importa, ya no estamos en el momento
dominante del consenso de Washington. Hemos salido y podemos tener algunas
imágenes de los que pueden ser los nuevos sujetos históricos, agregando de
inmediato que la debilidad fundamental es la incapacidad que han tenido las
sociedades latinoamericanas para la formación de un sistema político.

-Mencionó a los zapatistas en México y al PT en Brasil, y el tercer fenómeno
para usted son los desaparecidos en Argentina.
-El proceso democratizante necesita vincular dos cosas: primero, una visión
crítica que pasa por defender a las víctimas y acusar a los responsables. El
otro aspecto es redefinir, reconstruir una ciudadanía, pues no basta con
eliminar generales o a quienquiera. Hay que reconstruir una ciudadanía que
nunca fue muy fuerte en Argentina y que además ha sido muy golpeada los
pasados años. Al comienzo mi idea era más banal, veía a las Madres de Plaza
de Mayo como un movimiento muy importante desde el punto de vista afectivo.
Hablé varias veces con ellas. Rápidamente me di cuenta de que
sociológicamente uno no puede conformarse con esa visión, diríamos familiar,
del movimiento. Hay algo más, y es el fantasma de una nueva ciudadanía que
subyace en el desarrollo de esos planteamientos. Una redefinición del
nosotros como ciudadanía.

-Al referirse así a los desaparecidos, tiene una connotación de mandato.
¿Usted le da ese sentido?
-Si uso la vieja palabra francesa de ciudadanía, es equivalente a
civilización. Quiere decir que hay límites a la barbarie. Después de todo,
una democracia es cuando hay leyes que defienden los derechos fundamentales y
el derecho a vivir es un derecho fundamental.

-Usted decía que en este caso la defensa de los derechos humanos va más allá
del planteamiento, digamos, humanitario.
-Sí, mucho más allá, no me gusta dar un sentido negativo a la palabra
humanitario. Más allá que nación, clase, nivel social, partido o profesión.
Veo una prioridad aquí, un poco como escuché también en México, que da
prioridad a lo más elemental, que es el derecho a la vida, que representa la
base, no social o más que social, de valores, sin la cual no hay movimiento
social ni política que sea sólida. Siempre es necesario apoyar nuestra acción
en algo así. Yo siento en la Argentina de hoy esta necesidad de referencia,
casi consciente y directa, a algo que sea un principio de legitimidad.

-Va más allá, incluso que los familiares o los amigos de los desaparecidos.
-Los argentinos no están llorando a sus muertos, están construyendo un
concepto de ciudadanía. Un concepto que para mí es fundamental, que pasa por
saber lo que es inaceptable, o dicho con las palabras que utiliza todo el
mundo y que son las importantes: quiero ser respetado, no quiero ser
humillado, no quiero ser expulsado, estos son derechos básicos. Cuando uno no
ha sufrido más que injusticia, violencia y barbarie, se puede reconstruir
esta base, más que política, más que social, más que moral inclusive. Es una
definición de los derechos humanos que no son garantías a la inglesa, son un
Estado que reconoce límites, que hay cosas más importantes de lo que se ha
dicho desde San Agustín hasta los protestantes. Eso veo en Argentina. No creo
en la transformación de estas demandas culturales básicas en un debate, en
metas o estrategias políticas. Lo veo más como institucionalización de
preceptos.

-¿Cuál es en el plano de las ideas el síntoma del cambio?
-La idea de que el porvenir o la vida personal o colectiva de toda la gente
depende de iniciativas locales, nacionales, es muy importante. El gran
obstáculo en los años recientes fue esta ideología de "somos impotentes",
"las cosas no se pueden cambiar". Se pueden cambiar muchas cosas. El periodo
de la globalización se terminó, aparte de muchas otras razones, porque
desapareció la confianza en la elite del business mundial. En el siglo XVII,
Locke decía que el sistema está basado en la confianza. No hay confianza en
esos dirigentes. Hemos salido de un mundo dominado por Estados Unidos como
centro del sistema económico-social. Esta imagen ya no corresponde a la
realidad.

-Pero Estados Unidos sigue siendo la potencia hegemónica.
-Por una serie de razones muy profundas, creo que estamos en un periodo en el
cual Estados Unidos no se preocupa tanto de la globalidad como de la guerra.
La geopolítica de hoy está dominada por la confrontación directa entre
Estados Unidos y una porción antioccidental del mundo islámico. Durante estos
pasados 15 o 20 años vivimos con la idea de que el sistema mundial funcionaba
alrededor de la Reserva Federal, del Tesoro, del presidente Reagan o Clinton
y de algunas grandes compañías. Me parece que el principio de totalización de
hegemonía central de la política estadunidense no es tanto el tipo de
integración del mundo económico, sino más un planteo del tipo de guerra. Hace
poco salió un libro inteligente sobre geopolítica que tiene 100 páginas sobre
Estados Unidos, otras 100 sobre islamismo, cinco sobre China, una sobre
Rusia, media sobre Europa y ninguna sobre América Latina. Hay una mayor
capacidad de autonomización. Vivimos más en un mundo de guerra que en uno de
supermercado, como antes. Entonces los problemas del supermercado pueden ser
discutidos de nuevo, no son lo esencial para Bush.

-¿Cómo ve en ese escenario al ALCA?
-Creo que se va a realizar sin que signifique necesariamente una
incorporación al mundo estadunidense. Vale el análisis de Fernando Henrique
Cardoso, de que la única posibilidad de integración real es el Mercosur un
poco apoyado por Europa. La nueva situación mundial crea más espacio para
Latinoamérica. Los latinoamericanos van a darse cuenta de que no hay razón
metafísica o religiosa para que la mitad de su población se muera de hambre.
Se darán cuenta de que hay cosas imposibles y posibles. Lo importante es que,
bien o mal, estamos saliendo de esta visión "objetivizante" del mundo, en la
cual no hay espacio para los movimientos sociales, la acción política o la
imaginación cultural.

 

Envie um comentário sobre este artigo